jueves, 23 de enero de 2014

PROPÓSITOS NAVIDEÑOS

Lo primero siento el parón, pero este catarro, que mejora pero no se va, me ha dejado tumbada, o eso quisiera yo, porque no me apetece nada más que sofá y no es posible tal quimera.
En cuanto a los propósitos navideños están para incumpirlos, es su función en la vida, demostrarnos cuan frágil y voluble es la naturaleza humana y que la fuerza de voluntad es un mito, como el monstruo del lago Ness.
Si hago un repaso de intenciones el balance sale desastroso:
1-. No caminé descalza por hierba alguna, estaba helada y me desanimé.
2-. Lo de los pies en remojo lo mismo, pero añadimos escarcha al agua y así tenemos una visión más completa.
3-. No encendimos la chimenea porque casi no paramos en casa. El día 24 llegamos a media mañana, comimos y nos fuimos a pasar la noche al Balneario de Caldas. El  25 comida en Las Delicias (deliciosa, como su nombre indica). El 26 compras y cumpleaños de un amigo del peque por la tarde. El 27 vegetamos todo el día, pero a ver quien era el guapo que tenía fuerzas y ánimos para poner la chimenea. Todos en el sofá en modo mantita.
4-. Sí que respiré todo el aire que pude, ahí no me corté, y no os imagináis lo bien que huele de noche la hierba húmeda, el bosque y hasta las vacas.

Dado que me sentía fatal por mi falta de palabra decidí emplearme a fondo con otro de mis propósitos navideños, COMER. Y vaya si lo hice, cuando llegamos la nevera rebosaba de queso y embutido y, con una admirable determinación y sin desfallecer un segundo, empecé a bajar el nivel de alimentos todo lo que pude y más. Puedo decir con orgullo que me ventilé dos cuñas de queso yo solita, dos paquetitos de jamón y todo lo que pude masticar de chorizo dulce, picante y salchichón (ummm, el salchichón... qué ganas le tenía). Por supuesto acompañado de una buena barra de pan (o dos, no recuerdo...).
Fiel a mí misma, no comí con agua ni un solo día. Tampoco mancillé mis labios con cerveza, sidra y vino fueron mis fieles compañeros de mesa y mantel. Hasta tal punto me mantuve en mi férrea postura, que sospecho haber vuelto de vacaciones con principios de escorbuto.
Suprimí las uvas porque distraían la atención del objetivo principal y yo tenía una misión que cumplir.
Aunque mi primera comida en España fue ligeramente accidentada. Estuvimos en el bar que ha abierto hace poco una amiga (buenísimo todo lo que llegué a probar) y la cosa empezó bien. Justo cuando acababa de dar cuenta de unas estupendas croquetas de cabrales, me corté la lengua con el filo de una muela. No fue mordisco, fue un tajazo limpio, amplio y profundo.
La sangre empezó a manar cual fuente de 7 caños y no había forma de parar aquello. Primero metí la lengua directamente bajo el chorro del grifo del baño. Nada.
Después me trajeron hielo que me apliqué directamente sobre el corte. Algo, pero poco.
Posteriormente me hice enjuagues con agua y vinagre. Ahí empecé a ver la luz.
Por último me trinqué un chupito de orujo de hierbas por aquello de que el alcohol es bueno para esto. Aquí sí, se detuvo la hemorragia, pero la comida se me había fastidiado y la lengua me quedó hinchada e insensible el resto del día.
Increíble lo que uno se puede encontrar por la red.
En la cena de Nochebuena me comí todo el jamón que pude y a partir de ahí no recuerdo gran cosa. El jet lag atacó con toda ferocidad y parece que mantuve conversaciones y todo, no recuerdo casi nada, pero no debí estar muy inconveniente porque mi familia política, con la que pasamos la noche, no me ha retirado la palabra.

Amarga decepción en el desayuno de Navidad: el café era horroroso, el único malo que me tomé en España. Pero luego nos dimos una sesión de piscina y SPA que compensó el amargo trago.
Ya os seguiré contando algunas cosas más. Por fin he empezado con mis clases de inglés y en un ratito tengo sesión. Ciao.

2 comentarios:

  1. En fin, esto son historias y lo demás cuentos !!!

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    1. Al final se reducen a comida, así soy, qué vamos a hacerle. El otro día me contaban dos amigas que estuvieron también en España en Navidad que fueron un día a un mexicano porque se morían de ganas de tomar algo de aquí. Yo la verdad es que cruzaba de acera cuando venía un restaurante mexicano.

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