viernes, 30 de agosto de 2013

RECTIFICAR ES DE SABIOS, Y YO NO ME QUEDO ATRÁS

Pues sí, ya llegó ese momento tan temido por todos los cronistas de pro, me he equivocado.
Estoy tan perpleja como vosotros, por lo visto Luisa no es sevillana, sino gaditana, del mismo Cádiz. No he visto su certificado de nacimiento, pero creo que por esta vez hará una excepción y creeré en su palabra, porque me ha enviado una prueba irrefutable que adjunto aquí

Los padres de Luisa cogidos de la mano, caminan por la calle La Palma, de Cádiz, hacia el hospital. Ella acaba de romper aguas y Luisa está a punto de nacer.

No cabe duda, gaditana pues.
Un beso guapa.

MAZATLAN

Conversación Madre/Hijo hacia mediados de Julio, en plena canícula veraniega (bueno, aquí es más bien en mayo y junio, pero ¿qué es este blog sin su poquito de drama?).
      • "Mamá ¿podemos ir a la playa?"
      • "Es que aquí no hay playa cariño, hay que ir en avión"
      • "¿Vamos a la piscina?"
      • "Tampoco hay piscina, hay que hacerse socio de un club y estamos mirando uno"
      • "Pues una bañera. ¡POR FAVOR, NECESITO AGUA, NO PARA BEBER, PARA METERME"
Al final terminé llenándole un balde con agua y metiéndole los pies en él.
Vale, lo confieso, el balde no era tan grande. ¡Pero los pies son casi del mismo tamaño!
Después de esto ya era inevitable una visita a la costa. Pero problemas de horario laboral, coordinación de vuelos, plazas hoteleras, bla, bla, bla hicieron que la cosa se retrasase muuuuuuuuuucho.
Finalmente decidimos ir a Huatulco hace un mes y, consecuentes como somos, terminamos en Mazatlan una semana después de lo previsto.
Marido tiene un compañero de trabajo que vive allí e insistió en que debíamos conocerlo; como además se ofreció a hacer de guía para allá fuimos de cabeza.

Mazatlán está situado en el estado de Sinaloa, famoso gracias a La reina del Sur, de Arturo Pérez Reverte. No pienso dar más pistas, pero si sabéis de qué va entenderéis que no las tenía todas conmigo.

Llegamos al aeropuerto de Mazatlán a media tarde, un aeropuerto pequeñito y simpático del que no quieres salir, porque al abrirse la puerta algún gracioso nos apuntó con un secador de pelo en modo "aire extra caliente". O eso me pareció, pero no, resulta que es la temperatura normal por allá, 41º, de hecho habían llegado a los 43º ese mismo día.
Más que correr reptamos hacia el coche que nos esperaba buscando el aire acondicionado como si fuera el Santo Grial en manos de Brad Pitt (o Angelina Jolie en el caso de Marido).
Nos dirigimos a la ciudad atravesando un paisaje verde salpicado de palmeras. La nota la dió Hijo que cada vez que veía un desguace, u otros negocios que parecían igualmente desguaces, o casas que también parecían negocios que parecían desguaces, decía a voz en grito "¡QUÉ CUTRE, PERO MIRA QUÉ CUTRE, ES CUTRÍSIMO!".
Y es que aquí las afueras son muy afueras, pero después de dos meses aquí lo creí más curtido, yo ya no me inmuto.
Por fin llegamos al hotel, al pie de la playa (rige la misma ley de costas que en Benidorm, pero moderan la altura y el número de edificios) a la que llegabas atravesando la piscina.
Vistas desde nuestra habitación
Corrimos hacia el agua en busca de alivio y casi fue peor el remedio que la enfermedad, la sopa que preparaba mi abuela estaba sólo tibia en comparación con el agua de la piscina.
Todos los bañistas están en la unidad de quemados del hospital, por eso no hay ninguno en el agua
Después de un rato de chapoteo lo arrastramos hacia el mar esperando una zambullida algo más refrescante. Error, aún más caliente.
Todo por el turismo
Al ver los puestos que había por allí Hijo me recordó que él quería beber el agua de un coco en la playa como había visto hacer en la TV.
Cuando cayó el sol, y llevábamos más de dos horas en modo playa/piscina parece que se notó, incluso, un cierto birujillo agradable. Hora de cenar.
Después de ciertas vacilaciones y recorrer una calle adelante y atrás (ver post anterior, El café de los domingos para ampliar información) decidimos cenar en un bar en forma de choza a la orilla de la playa. Ceviche, camarones empanizados y langosta de la casa, demasiada comida, pero somos así.
Ahora sí, estáis todos muertos de la envidia, lo sé
Hijo tuvo que hacerse notar, faltaría más, y quiso de postre un paquete de Doritos que vió en una máquina expendedora. Pero quiso el cruel destino que el único paquete disponible estuviese enganchado, de modo que le explicamos que, si metía la moneda, la perdería sin remedio. Su solución fue pedirle al camarero (de aquí en adelante, mesero) que, con la llave correspondiente, abriese la máquina y le diera los Doritos. 
Le dije que esa llave la tenía el señor que venía a reponer los productos, no estaba en el local. Se conformó, pagamos y, en el momento de irnos, se dirigió decidido al mesero para contarle que tenía que llamar al dueño de la máquina en cuestión porque él se había quedado sin su postre y había que solucionarlo más temprano que tarde. Al hombre le hizo tanta gracia que le regaló un flan. Como no, siempre saca algo de sus historias.
Regresamos al hotel a dormir y Marido decidió ver el final de "Lo imposible" que le había quedado pendiente.
Esto se esperaba encontrar Hijo en cualquier momento. Ordenador en mano le enseñé los puntos de riesgo de tsunami para que viera que en México DF no es posible tal cosa. Ahí descubrió que tsunamis no, pero terremotos a paladas. 
Hijo lo vió, peguntó qué era, se lo explicamos siguiendo esa política absurda de no mentir a los niños y las consecuencias fueron inmediatas. Despertó con pesadillas por la noche y me costó Dios y ayuda convencerlo de que no pasaría nada, aunque lo que lo tranquilizó fue saber qué tenía que hacer en caso de tsunami y enterarse de que el mar se retiraba muy, muy lejos antes y tendría tiempo de ponerse a salvo subiendo a lo alto del hotel. Lo del árbol me parece inviable, son palmeras y no veo yo fácil lo de subir.
Así cualquiera, siempre hay gente previsora preparada para cualquier eventualidad, desastre natural, guerra o fin del mundo en general.
Mañana os cuento lo que hicimos el sábado, que básicamente se resume en dos palabras: COMER Y BEBER.





jueves, 29 de agosto de 2013

COMO CONOCÍ A VUESTRAS MADRES

Niños, quiero contaros la historia, o mejor dicho, historias, de cómo conocí a vuestras madres, mis amigas del alma en México DF. Un grupo reciente pero muy unido con el que sabes que puedes contar siempre que lo necesites, con el que tomar un café, echar unas risas, unas lágrimas si hace falta y en el que apoyarse, en definitiva.

ROCÍO
Corría un día de un mes del año 2013 (vale, no tengo mucha memoria para las fechas, no se puede ser perfecta) cuando el móvil se me colapsó con wasaps y mensajes varios que, resumidos, decían más o menos lo siguiente:

            "Tienes que leer El Comercio, sale en Asturianos por el mundo una pareja de Gijón que vive en México"

A mí no se me escapa una, y ya había leído el artículo en cuestión. David y Rocío vivían en Polanco, la zona de la ciudad donde Marido, ya en el país azteca desde hacía varios meses, buscaba alojamiento para la familia.
Pensé que no estaría mal conocer a alguien allí que me pudiera ayudar en mis primeros días en la ciudad, así que empecé a mover contactos (algo que en los últimos tiempos hacía muy a menudo y se me daba genial) y conseguí el correo del trabajo de David.
Como me parecía un tanto avasallador escribirle así, sin más, lo guardé a buen recaudo y decidí esperar.

El 7 de Julio, a las 13:28:54 horas le envié un correo desesperado al que añadí varias disculpas y golpes de pecho por la intromisión. (No tengo memoria, pero sí el correo archivado). Me respondió a las 22:58 y quedamos en vernos al día siguiente por la tarde con su mujer, Rocío, y su niño.
Fueron encantadores e Hijo, que se moría por estar con niños no importa la edad ni el sexo, estuvo encantado con el Peque.
Luego resultó que Rocío, en su anterior vida (en Gijón), era peluquera y ¡oh casualidad!, le había cortado el pelo a Hijo varias veces. En una de esas felices ocasiones, Hijo giró la cabeza y Rocío se llevó a su casa 5 flamantes puntos en un dedo. Un recuerdo para toda la vida. Además Marido y ellos habían llegado en el mismo vuelo después de Navidad.
Aquí está Rocío con toda su familia, justo detrás del toldo naranja, se les ve muy morenos.
Gracias a ella empecé a conocer gente y la vida cambió notablemente. Sé que arriesga su vida y, sobre todo, la de Peque estando con Hijo, que se empeña en empujar él mismo la sillita, llevarlo de la mano y otro montón de cosas tiernas, pero sumamente peligrosas. Además me ha traído algunas de las cosas que me olvidé en casa haciendo un hueco inexistente en unas maletas repletas de mundo-bebé. Así somos los asturianos.

LAURA
Unos días después, no muchos, estábamos con los niños en un centro comercial en que hay una jaula con bolas y juegos varios, cuando escuché hablar a una chica que estaba sentada a mi lado. "Acento español, sin duda", me dije.
Al poco rato pronuncié la palabra maldita en esta ciudad, COGE, se me ocurrió decir y Rocío me recordó que eso no se dice, caca (se lo había pedido yo, para intentar dejar el vicio). Le comenté que no tenía demasiada importancia porque la única persona que lo había escuchado era española.
Aquí la tenéis tomándose una cañita con las amigas, con una tapita de aceitunas con hueso, si os fijáis.
Efectivamente, se puso a hablar con nosotras y nos contó que su marido era mexicano, ella ya había vivido en la ciudad hacía unos años, pero sin niños. Ahora venía con dos, L. y M., y había llegado el día anterior. Como aún no le había llegado la mudanza no tenía la sillita del coche de M., de 2 añitos, y estaba tan nerviosa con el tráfico que había tenido que parar en el arcén un momento para llorar tranquila y convulsivamente, como sólo una madre puede hacer.
Intercambiamos teléfonos y así empezó una gran amistad. No para de moverse y su hijo le presta sus juguetes al mío, lo cual le agradezco infinito. Es la que vive más cerca de mí y a la que más lata le doy, cualquier día se mudará sin decirme nada, lo sé, y no la culpo.

ANA
Un par de días después quedamos en el parque cercano a casa y Laura me presentó a Ana. Se conocieron por internet, en un foro de españoles en DF, y ¡qué sorpresa! se encontraron en el vestíbulo del bloque de apartahoteles que resultó compartían.
Ana es del mismo pueblo que mi madre, conoce a dos de mis primas y su hija, M., es amiga de las suyas. Y eso que en México DF hay unos 22 millones de personas. Si alguien necesita encontrar una aguja en un pajar que me lo diga, yo me ocupo.
Estamos las dos dentro pero, claro, entonces no nos conocíamos. Yo soy la de azul y Ana la del vestido rojo.
Obviamente, nos encantó encontrarnos y tener tantas cosas en común. Ella también había vivido en el DF hacía varios años, así que siempre que hay que ir a algún sitio que no conozco me la pido primer para que venga conmigo en el coche. Es mi GPS humano, mucho más guapa y menos cansina que el Tontón y similares.

MANOLI
El mismo día que Rocío se iba a España de felices vacaciones nos presentó a Manoli, una ceutí residente en Sevilla que había regresado de las suyas hacía unos días. Ella también es veterana, había vivido dos años en Jalapa, vuelto a España y, de nuevo a México, pero esta vez a la capital.
Si alguien ve al niño chico de Manoli que me lo diga, que lo están buscando.
Tiene dos niños D. y JM., ideales para Hijo. Es súper simpática y me da que la cocinillas del grupo, forofa de los mercados y estupenda persona. Tiene su vida aquí perfectamente organizada y nos ayuda mucho a organizar la nuestra, con decir que acuesta a sus niños a las 19.30 h ya os hacéis una idea. Es mi heroína (de la buena, no de la otra).

LUISA
A Luisa la conocimos el día que pasamos en el Mundet, un centro deportivo al que pudimos acceder gracias a que Manoli es socia. Es una sevillana típica, rubia y de ojos azules, con dos niñas pelirrojas de 6 y 4 años, L. y L., que sabemos que tienen algo con Hijo, pero no sabemos muy bien qué, ni con cual de las dos. Definitivamente entre ellos hubo felling desde el primer momento y se llevan fenomenal, me temo que porque son tal para cual.
Luisa es así, pero todo lo contrario, aunque creo haber visto en su casa un cacharro como ése....
Luisa es una santa, con la paciencia de Job, que recorre media ciudad devolviéndonos cosas olvidadas en un lunes de merienda en su casa (súper abundante y monísima la presentación, por cierto) de paso que deja o recoge del cole a mis nueras. Un amor la mires por donde la mires.

ESTHER
La conocí en el Mundet un rato después que a Luisa. Es la única mexicana del grupo (de momento), muy deportista, muy guapa y con un tipazo que sólo se le perdona por lo cariñosa y dulce que es. También tiene dos niños de la edad de los niños de Manoli.
Es una fuente inagotable de información y siempre está dispuesta a ayudarte, a localizar algo que buscas, a acompañarte y a tomar un café o algo de picar, porque ahí sí, es muy mexicana y le encanta comer, aunque no lo parece en absoluto.
Esther es la chica morena que está comprando un pollo. Los pendientes que lleva son de plata mexicana, muy bonitos.
Su único fallo es que la cocina no es lo suyo y no nos vendría mal una ayudita para preparar comida local. Pero lo compensa comprando unos bizcochos buenísimos que trae a las meriendas de los lunes.

ANGELA
Otra andaluza, sevillana también, que consigue así el empate Asturias-Andalucía. La vi por primera vez en casa de Luisa, merendando, como no, en medio del caos que implica meter a todos los niños en una casa nueva y llena de juguetes. Angela, también rubia, como todas las andaluzas por lo que se ve, se lleva la palma tanto en estancia, 7 años ya, como en resistencia, con dos gemelos, niño y niña, de 2 años.
Los niños de Angela son así de guapos, aunque en moreno. Ahí acaba todo el parecido, me parece que lo de las alitas no va con ellos.
De momento es con quien menos he coincidido, por horarios y demás, pero es lo bastante divertida y simpática como para querer verla más. Me gusta mucho y las charlas que hemos tenido han sido de esas para seguir, y seguir, y seguir... Recuerdo que tiene gemelos (o mellizos, nunca me aclaro), vamos, dos a la vez, y no se le nota nada, si no lo sabes te parece una persona normal. Yo estaría con el pelo de punta, los ojos sanguinolientos, los dientes afilados, echando espuma amarillenta por la boca y con dos zapatos diferentes puestos.

Y básicamente eso es todo, tenemos nuestro chat en wasap, nos damos los buenos días, las buenas noches, comentamos sobre el último temblor y hasta nos damos el estado del tráfico y el parte metereológico (Luisa tiene una vista espectacular desde su trabajo y con sólo asomarse ya nos dice lo que hay). Entre todas juntamos un montoncito de niños y niñas de entre 13 y 2 años, (13 en total) y, si en Gijón tenía una MANADA aquí estamos haciendo una TRIBU.

Un beso para todas y un millón de gracias, hacéis que ya no me sienta tan emigrante. Os quiero (aquí dicen os amo, pero todavía no me sale).


lunes, 26 de agosto de 2013

PASEANDO POR CHAPULTEPEC (Segunda parte)


Aunque los temblores, unos días en la playa y el comienzo del curso escolar me han tenido algo ocupada, lo prometido es deuda y aquí estoy de nuevo para seguir hablando del Bosque de Chapultepec.
Como os había contado, la idea era llevar al perro a jugar con sus congéneres y agotarlo al extremo para que se comportara durante el resto del día (y lo mismo vale para Hijo).
Aunque hay muchas zonas en las que tienen el acceso restringido, también existen muchas otras en la que pueden ir sueltos (en realidad tengo entendido que no es obligatorio llevarlos atados salvo en lugares que expresamente lo piden).
El habitante tipo de Polanco es extranjero con niño/s y perro. No os imagináis la cantidad de gente que trabaja paseando perros y hay montones de servicios para ellos. Para bañarlo, por ejemplo, llamo y viene una furgoneta convenientemente equipada, que aparca delante de casa y allí mismo lo lavan y me lo dejan limpio y brillante. Por supuesto me lo recogen en la puerta de casa y me lo devuelven en el mismo sitio, faltaría más.
A lo que iba, estas son fotos del Chapultepec canino.

Este es el lado "prohibo" del bosque, aquí está el zoo y en la verja que lo rodea ponen fotografías de la fauna y flora del Distrito Federal. También hay exposiciones itinerantes sobre la ciudad, su historia y su cultura.
Los perros, al igual que sus dueños, son bastante tranquilos, al menos los que yo me he tropezado, así que las ardillas no corren serio peligro. Además, son más rápidas subiendo a los árboles y aquí tienen donde elegir.

Y cuando tienen calor pueden darse un bañito que nadie les va a decir nada. No es exactamente este sitio, son albercas menos profundas y más "de adorno", pero es algo parecido.
Una de las aficiones favoritas de Hijo es jugar con perros ajenos, el nuestro ya está mayor y ni loco corre detrás de nada que no sea comestible. Le encanta lanzar palos al agua a los que se están bañando, pero no palitos tamaño portátil, no, ramas enteras caidas o podadas que les sirven casi de balsa a los chuchos.
Ese día nos encontramos con dos chicas más o menos de mi edad, que paseaban varios perros y los habían llevado allí a jugar.
Hijo se acercó y le preguntó a una si podía tirarle él la pelota a la perra. No sólo le dejó, si no que le puso un guante de goma para que no se manchara (precaución inútil siendo él). Le hizo mucha gracia su "acento español" y lo desenvuelto que era.
Aquí los niños tienen más a tímidos y prudentes, con lo cual el mío destaca cual mosca en vaso de leche.
Se fue animando y terminó paseando a una chiguagua con abrigo rosa y collar de strass a juego y chapoteando en una charco/laguna detrás de otro que no encontraba su pelota entre el barro.
Al final de la jornada les pidió el teléfono a las chicas, de origen libanés según nos dijeron, "para mandarles un mensaje y quedar otro día".
Efectivamente, tengo su número y no sé si guardarlo en mis contactos o en los suyos, al fin y al cabo son sus amistades.
Me temo que continuará....

viernes, 23 de agosto de 2013

MI PRIMERA VEZ

Sabes que tarde o temprano llegará esa primera vez y la esperas con una mezcla de nerviosismo y curiosidad. Te han hablado mucho de ella, has leído mil cosas al respecto, pero intuyes que vivirla es muy diferente a lo que te imaginas.
También sabes que, si no tomas medidas, puedes sufrir consecuencias muy desagradables, poner en peligro tu salud e incluso tu vida. Pero, cuando llega el momento, no estás segura de recordar todo lo aprendido y ponerlo en práctica, temes que la impaciencia, la ignorancia, te jueguen una mala pasada y te arrepientas después.
El miércoles, a las 7.30 de la mañana estaba remoloneando en la cama cuando ocurrió de forma inesperada. La cama se sacudió, mi cuerpo tembló sin que pudiera evitarlo.
Efectivamente, siendo México sólo podían ser dos cosas: espíritus burlones o un temblor.
Como el edificio es nuevo y no pagamos billete para traernos un trasgu de Asturias, la primera opción queda descartada.
Mira tú, va a ser lo segundo, pensé yo con mis dotes detectivescas intactas pese al madrugón.
Efectivamente, 6.2 y protocolo de alarma sísmica en marcha. Yo oía una especie de megáfono por la calle, pero como pasan constantemente coches de policía aullando, ambulancias a todo trapo y vendedores de todas clases, creí que era el chatarrero y no le presté más atención.
Sólo puedo decir que la primera vez termina muy rápido, no sabes muy bien qué ha pasado y piensas en las consecuencias más tarde, en el momento te quedas tirada en la cama con el cerebro vacío, sin saber qué pensar de lo ocurrido. Y sabes, en el fondo, que repetirás y las siguientes veces no te limitarás a verlas venir, participarás en el asunto.
Besos.

lunes, 19 de agosto de 2013

PASEANDO POR CHAPULTEPEC (Primera parte)

Un día de la semana pasada, aprovechando que teníamos tiempo, nos acercamos al Bosque de Chapultepec a pasear a Thor.
Ya hablé de él en una de mis primeras entradas, cuando visitamos el zooloógico. Es una enorme mancha verde dentro de la ciudad con montones de cosas para hacer.
Algunos utilizan el carril bici, sobre todo los domingos en los que se corta una parte del Paseo de Reforma al tráfico. Otros corren, otros leen, de hecho allí es donde aparca una biblioteca ambulante instalada dentro de un camión. Está allí el Museo Arqueológico, el de Arte Moderno y miles de cosas más.
Entre las curiosidades que podemos descubrir está la de los Voladores de Papantla, un grupo de hombres que, enganchados por la cintura con un arnés y animados por la música de una especie de flauta y de un tambor, se suben a lo alto de un poste donde enrollan una cuerda que se va desenrollando lentamente mientras giran cabeza abajo. Si os lo enseño lo veréis más claro.

Aquí se están preparando para subir, les lleva su tiempo colocarse las protecciones y enrollar la cuerda. 
Ya están listos y a punto de empezar, he deducido que siguen las indicaciones de la música.


En estas dos imágenes podéis ver cómo empiezan a girar.

Y ésta es sólo para que os hagáis una idea de la altura del poste que, además, oscila ligeramente. Supongo que lo tienen todo controlado, pero cuando empieza a moverse me pone nerviosa.
Y lo más increíble, al menos para mí, es que bajan tan frescos. Cuando están rozando con las manos en el suelo se incorporan, colocan los pies en el suelo y listo, ni mareos aparentes, ni dando tumbos, ni nada de nada.
He encontrado en Internet una página donde lo explican fenomenal, así que os dejo el enlace y así os evito tener que andar buscando por ahí (ya nos conocemos).

Pero no son los únicos habituales del Bosque que andan por las alturas, es una zona plagada de ardillas muy acostumbradas a las personas, tanto que llegan a comer de tu mano si tienes un poco de paciencia y maestría. Las hay de dos tipos diferenciados, unas más oscuras, parecidas a las de Asturias, pero con menos pelo, y otras de color gris distintas a las que he visto por el Norte.

Aquí los niños no las persiguen con la tenacidad que despliegan en el Parque de Isabel la Católica en Gijón porque allí sólo hay dos, de media, y aquí son cientos. No están tan estresadas, son más a repartir pero también hay mayor número de visitantes. En general yo diría que viven razonablemente bien.
La próxima vez os hablaré de Bernardo y los perros en Chapultepec, prometido.


lunes, 12 de agosto de 2013

LA CABRA MEXICANA

Estaba yo el otro día dándome una vuelta por la zona cuando escuché en una terraza de una cafetería próxima a un niño practicando con su flauta tremendamente desafinada, con muy mala fortuna.
"Pobres padres", fue lo primero que pensé, porque la criatura era a la música lo que Falete a la dieta de la alcachofa, un fracaso rotundo. Aguantar la murga del crío día y noche, por muy hijo que sea, supera con mucho lo que Dios puede pedir a unos padres.
Y me extrañó que los camarero no le llamaran la atención al asesino del pentagrama o, cuando menos, le metieran un churro por la flauta para que ensayara en sordina.
Cual será mi sorpresa cuando veo que no hay tal infante ni flauta alguna, aquel estridente pitido capaz de taladrar el tímpano de cualquier incauto paseante, aquel chillido salido directamente del Averno procedía de un organillo, sí, tal cual lo han leido, un organillo como éste.
A pesar de su aspecto inofensivo es más peligroso que una metralleta cargada en manos de alguien con un ataque hipo, no os dejéis engañar.

Y es que Los de la cabra, aquellos que recorren infatigables las calles de nuestros pueblos y ciudades (me parece que más antes que ahora) tienen aquí su alter ego en los temibles Organilleros.
Caminan por la ciudad camuflándose en el medio, entre tantos vendedores ambulantes de lejos se les puede confundir con inocentes mercaderes de chucherías.
En otras ocasiones, astutos y ladinos, se disfrazan de amable ancianita, para dar confianza y despistar sobre sus verdaderas intenciones.
O de traje regional, para deshonra y desdoro de su patria y sus compatriotas.
Ahora, cada vez que vea un sombrero mexicano, sufriré de temblores , sudoración fría e incontinencia urinaria.
Pero no hay que dejarse confundir, en un descuido dejan de acechar y atacan, despliegan el atril, colocan el instrumento e inician el ataque despiadado.
Lo lógico sería huir lo más deprisa posible y lo más lejos que se pueda, pero no es tan fácil, el tráfico, el tumulto, la estampida y el aturdimiento producido por la sorpresa impiden reaccionar a tiempo.
Además los daños en los oídos pueden provocar dolor agudo, mareos, vértigo y vómitos que hacen imposible la escapada.
Por si fuera poco se visten con uniforme que, al estar bajo los efectos de un shock, nos hacen creer que es un policía interrogando brutalmente a los presentes y, ante la duda, es mejor no moverse del sitio, no vaya a ser peor.
Aunque la variedad de disfraces es grande, éste suele ser el favorito de estos maleantes.

Fotografía gentileza de Víctor Ovies Arenas
http://www.lifethrualens.victorovies.com/
Cuando uno ya está entregando su vida a Dios y haciendo balance de lo bueno y malo, dado que no hay salida posible al sufrimiento inhumano que está padeciendo, su secuaz, su cómplice, comienza a pasearse entre las víctimas con una sonrisa tenebrosa y una gorra en la mano.
En ese momento se hace la luz y lo ves todo claro ¡ES UN SOBORNO!. Si pagas, si cedes al chantaje podrás volver a ver a tu familia, si no... ¿quién sabe hasta cuando podrás soportar el sonido del organillo infernal?.
Así que te pliegas ante lo inevitable y, en lugar de denunciarlo a las autoridades, al consulado, al tribunal de La Haya, sacas el monedero y compras tu libertad y tu vida por un puñado de monedas.
He oído contar que algunas veces atacan en grupo, como los lobos, pero no conozco a nadie que haya salido indemne de esa experiencia.
Es posible que esta imagen sea un montaje, como los del monstruo del Lago Ness, no hay pruebas palpables de su existencia, pero es mejor estar prevenidos, por si acaso.
Si algún lector decide viajar a México que no olvide meter un par de tapones para los oídos como medida de precaución. Pueden salvar vuestras vidas.


viernes, 9 de agosto de 2013

QUE VIVA LA TECNOLOGÍA, PERO NO TODA

Mi ordenador de toda la vida (unos 3 años, que en temas informáticos es ya una larga etapa juntos) está en el taller y estoy utilizando, o más bien inutilizando, nuestra última adquisición, uno pequeñito, que se puede hacer Tablet y que se supone va como una moto, hipersensible, con pantalla táctil y lápiz óptico y, si te nota tristona, te canta un bolero y te dibuja una rosa en la pantalla. Yo creo que si lo presiono un poco me prepararía un Gin Tonic mientras me relajo leyendo en el sofá.
Una joya, por lo visto, pero es demasiado para mí. Acostumbrada a las cómodas zapatillas ya viejunas y desgastadas, pero hechas a mi pie, estos nuevos y maravillosos zapatos de tacón de aguja me aprietan por todas partes y me sacan ampollas e insultos a diestro y siniestro.

(Aquí tengo preparadas dos fotos estupendas de zapatos que no he sido capaz de bajar. En cuanto lo consiga las pongo, ya veréis qué risa, de momento no le pillo la gracia a este tema, pero seguro que después me desternillo). Pues resulta que ya tengo el ordenador recién llegado a casa, así que actualizo con las imágenes prometidas, ¡Aleluya!.

Estos sí, calentitos, cómodos, con pinta hogareña y, por si fuera poco, comestibles.
Estos, en cambio, son feos, con pinta de duros y de incómodos y, además, no pegan con nada de lo que tengo en el armario.
También me ha comentado Marido que ha salido una versión actualizada de vete tú a saber qué móvil con una pantalla táctil aún más sensible. Considerando el elevado número de veces que he terminado bruscamente una conversación porque el lóbulo de mi oreja ha rozado levemente la tecla de colgar, miedo me da que el nuevo teléfono llore con los anuncios de cachorritos o le coja una depresión de caballo si lo tengo cerca cuando veo las noticias, de puro sensible. No me veo consolando al aparatito y llevándolo al psiquiatra, prefiero algo más rudo, más primitivo, más de pueblo de toda la vida, vamos.

Pero no todos los avances son malos, no señor. Me parece estupendo que puedas encontrar televisores de 78 pulgadas con sonido envolvente en 4 D y con la opción de obtener beso con lengua del protagonista de la película, pero ¡por Dios!, prefiero una vitrocerámica y un horno eléctrico en la cocina.
Porque aquí lo de la vitro es más raro de ver que a Belén Esteban leyendo El Quijote, pero mucho más. Fogones de toda la vida y da gracias, y el horno tiene un sistema de endebles rejillas de sujeción que lograron que el otro día, al sacar la fuente del horno, se viniera abajo todo el invento, fuente incluida, que voló airosamente hasta el centro de la cocina (americana, of course, que aquí cocina independiente no se estila, como mucho la encierran en una especie de armario con ventana).

De nuevo íncluiré una bonita foto del horno subsodicho, lo que no sé decir es cuándo ocurrirá eso.

Y la potencia de la red eléctrica (ya os enseñaré cómo es esa red, los pelos como escarpias, se oye el ruido de las chispas en los postes de la luz, lo juro) es un "pelín" menor que en España, en concreto 230V y en México 127V, los aparatos eléctricos tienen un funcionamiento algo diferente.

Ilustro con ejemplos prácticos al alcance de cualquiera.

Utilizar la Epilady es como arrancarse uno a uno, bien despacito y ensañándose, los pelos de las piernas, con un resultado más bien pobre y empleando el triple de tiempo. Hay que dar varias pasadas y aún así no se consigue un buen acabado. Supongo que cuando toca afeitarse a los hombres será una juerga continua, el no va más del cachondeo. Recomiendo, tanto para hombres como para mujeres, depilarse/afeitarse con un palo entre los dientes para no gritar de dolor.

Ayer, preparando una sencilla mayonesa (que, por supuesto, se me cortó) tuve que parar 4 veces, ¡CUATRO!, por problemas técnicos. Se recalentaba tanto que me hacía ampollas en la mano, imposible hacerla de un tirón, de ahí que se cortara.

Cuando usas el secador es como si trataras de secarte el pelo a base de soplidos de un bebé de un año intentando apagar la vela de la tarta de su cumpleaños, aunque sin babas, ese es el matiz que marca la diferencia, la única diferencia. También se recalienta y requiere tiempo y paciencia.

El cepillo de dientes eléctrico gira al ritmo de una marcha fúnebre. Va tan lento que a veces pienso que llega a girar en sentido contrario.

Y mi casa es la envidia de la colonia española porque tengo lavavajillas (que no he usado aún) y secadora. Cuando la pongo, eso sí, tengo que cuidar de dejar abierta la puerta de la habitación donde está y también la habitación de enfrente y comprobar que la ventana de esta última está abierta también porque si no el calor hace que se dispare la alarma, suene la sirena y, automáticamente, se corte el suministro de gas, quedando así sin fogones y sin horno.

¡QUÉ VIVA EL PROGRESO¡

viernes, 2 de agosto de 2013

JUGUEMOS AL 1,2,3

Como indica el título de este blog, cuando emigras algo queda, y no sólo se aplica al aspecto sentimental de la cuestión (amigos, familia, recuerdos...) sino al más puro aspecto práctico.
No te lo puedes traer todo contigo, así que dejas muchas cosas, a propósito, y te olvidas muchas otras, sin querer.
No sé si ya he contado que llevamos 6 meses, no, ya son 7, esperando el visado que no acaban de tramitar y, mientras no lo tengamos, los pocos enseres que decidimos que nos acompañaran en la aventura están en un almacén en Madrid a la espera de envío.
Lo que nos pareció más importante era lo relacionado con Hijo, para que no se sintiera tan fuera de lugar pensamos en que nos enviasen sus juguetes, sus libros, sus disfraces y hasta sus sábanas favoritas, por avión. El plan era tenerlas aquí el lunes siguiente a nuestra llegada (que fue un sábado tarde/noche), pero algo falló en ese impecable razonamiento nuestro.
El resultado final ha sido que, después de jugar varios días con las botellas de plástico vacías, hicimos unos cohetes de cartulina bastante aceptables, le compramos un cochecito barato, un avión enano, aún más barato, y con eso se está apañando. Ahora nos ha pedido una pelota para jugar en el parque, razonable, creo yo.
No olvidamos traer con nosotros los juegos de la consola, artilugio muy socorrido por su capacidad lúcido-festiva-pedagógica y el poco espacio que ocupa. Sin embargo, ¡oh, hados funestos que en mí os cebáis! la consola en sí, reposa en el cajón izquierdo del aparador. Cosas que pasan.
Del resto de cosas (bicicletas, plancha, sábanas, toallas, vajilla, cubiertos, juego de café....) ya ni hablamos, pese a que se echan en falta a veces. Entre todo quizá me quedaría con una pesa para la cocina, aquí no hay IKEA (sí, lo juro, no lo hay, increíble pero tristemente cierto) y las que he visto me parecen caras. Tengo en casa una muy apañadita, de escaso volumen y menor peso, que me haría papel aquí.
El caso es que, por alguna inexplicable razón, Marido no metió en la maleta ni mi conjunto de deporte (mallas, camiseta y chubasquero), ni unos preciosos zapatos sin estrenar y comprados especialmente para un vestido también nuevo, que decidí reservar para México.
Vale, es que en Gijón el tiempo no acompañó y no encontré ocasión para zapato de ante rosa y vestido súper veraniego, sino no espero ni en broma.
Dicho esto voy al meollo del asunto. La otra gijonesa del grupo de españolas en Polanco se ha ido a pasar sus vacaciones a casa, actitud que le ha granjeado la envidia, el rencor y la bizquera al mirarla del resto de expatriadas que sudamos la gota gorda en el estío mexicano sin una mala playa que llevarnos al cuerpo. Para que no le pongamos la zancadilla cuando no mira, le echemos agua del grifo en la botella de agua mineral, o le cambiemos el protector solar factor 70 por yogurt desnatado, se ha ofrecido a traernos alguna cosa que podamos necesitar, y ahí viene el dilema.
Como no quiero, ni puedo, llenarle media maleta con mis asuntos pendientes tengo tres posibilidades, a saber:
1-. Mis maravillosos zapatos nuevísimos, aunque cierto es que sólo podría usarlos durante la mañana, ya que por las tardes  nos solazamos con preciosas tormentas acompañadas de una réplica del diluvio universal. En una ocasión llegó incluso a granizar, un derroche de medios.
2-. La pequeña y querida balanza de cocina, tan mona ella, sin la que no puedo hacer los postres que tanto endulzarían esas tardes tormentosas que podríamos contemplar desde la ventana mojando el bizcocho en un café.
3-. La consola de Hijo, luz y alegría de nuestras vidas que, en vista de que no hay mucho que hacer por aquí y que a la hora de la canícula no hay quien asome el hocico por la calle, se ha vuelto adicto al iPad y, la verdad, es más engorroso llevar eso por la calle que la consola. ¡Que nadie diga nada, ni una palabra!. A ver quien es el guapo que aguanta 24 horas/día con un niño que parece que tiene Red Bull en lugar de sangre, en un sitio donde la única diversión es ir a un parque (siempre el mismo) y en un horario muy concreto para no morir abrasado o ahogado en una riada. Nada fácil, lo aseguro, que no sólo de parchís, oca, ajedrez, serpientes y escaleras o mikado vive el niño y su madre.
Así que necesito ayuda y consejo, igual que en el 1,2,3 hay que quedarse con uno y dejar los otros dos. ¿Me dejo llevar por le egoísmo narcisista y me traigo los zapatos tan monísimos?, ¿me lanzo cuesta abajo y sin frenos por el territorio de la gula y ahorro unos pesos a la familia trayendo la balanza?, ¿consiento que el poderoso instinto maternal tome las riendas y le traigo la consola con la que puede jugar incansablemente, o no mirar para ella después de 10 minutos, perdiendo así una oportunidad de oro para mis pies?.
En vuestras sabias manos lo dejo, luego haré lo que me parezca, obviamente, pero prometo hacer como los jueces y motivar razonadamente mi decisión. Y pasar olímpicamente de la voz populi, como también hacen ellos.

jueves, 1 de agosto de 2013

VENDEDORES AMBULANTES

Perdón por el silencio de estos días, pero ahora que ya estoy casi integrada estoy pensando en montar mi propio negocio y el primer paso es, lógicamente, un estudio de mercado.

Después de echar una ojeada rápida he pensado que lo mejor es la venta ambulante, más flexible en cuanto a horarios y ubicación (y sospecho que lo de los papeles no es un requisito indispensable).
No hay límites para lo que se puede vender en este país, es inimaginable la oferta de productos y servicios (máscaras de luchadores, marionetas de Disney, flores, chicles, tabaco, cordones de zapatos...) pero sin duda la comida preparada es la reina, con una variedad infinita, desde sopas calientes, hasta postres, sin olvidar el plato principal, claro está.
Hace poco una amiga me preguntó a qué olía del DF y no lo dudé: A COMIDA. Hay miles de restaurantes, cafeterías, taquerías...a cualquier hora del día hay gente comiendo. Los puestos ambulantes brotan como setas a las horas de descanso del trabajo.

En cualquier esquina, plaza, parque o calle ves personas agrupadas alrededor de uno de ellos comiendo, ya sea de pie o sentadas en cualquier lugar. Donde no hay un bar ellos lo montan y desmontan en un segundo.
Todo tipo de gente, estudiantes, obreros, ejecutivos con traje y corbata, niños..., lo que nos lleva al segundo punto: cual va a ser nuestra clientela. En todos los supermercados venden una gran variedad de comida preparada para llevar que, gracias a que el clima lo permite, se come sentado en la calle o en un parque, cuyos bancos se transforman en mesas de pic nic improvisadas.

Por supuesto que hay puestos de bebidas, de chucherías, de helados, de zumos de fruta, de fruta pelada y cortada, lista para comer.... pero no vamos a dispersarnos. Sólo tres o cuatro "Especialidades españolas", para ofrecer algo diferente a un público escogido: ejecutivos, secretarias, empleados de banca, gente de oficina y empresa en general, paladares exigentes con ganas de probar algo exótico.

Para mantener la bebida y la fruta fría se recurre al clásico "cubo de hielo". Mantener la comida caliente requiere más ingenio y obliga a emplear recursos técnicos más sofisticados, no me interesa ninguna de estas dos alternativas. Comida a temperatura ambiente, sencilla y natural.
Así que, decidido, ya tenemos el producto, tortilla de patata, croquetas, gazpacho y, de postre, arroz con leche.

Enseguida viene el problema de encontrar un local adecuado. No pasa nada, hay que ser prácticos, lo mejor será cubrir el mayor mercado posible, y para eso no hay mejor solución que hacerlo móvil, llevar el producto, establecimiento incluido, allá donde haya demanda.

Cuando hablo de ambulante aquí es literal. Se busca la forma de desplazarse de un lugar a otro lo más fácilmente posible para poder llegar al descanso de los universitarios y estar después a la salida de una obra o de una oficina, así que son locales rodantes, como podéis ver en las fotos.
A determinadas horas se ven pasar muchos vehículos como éstos, llenos primero y felizmente vacíos después.


 Y algunos son más pedrestres que otros. 
A pesar de mis notables progresos en materia de conducción, sigo estando reticente a moverme entre el tráfico en hora punta con un vehículo de cualquiera de estos tipos. Tengo que darle una pensada y ya os diré.
Se ve que aquí la concejalía de urbanismo no tiene un criterio claro en cuanto a diseño.

Y finalmente podemos hablar de los permisos, autorizaciones, licencias, carnet de manipulador.... pero no vamos a perder tiempo en eso, ni en hablar de los OVNIS, hay gente que asegura haberlos visto y  defiende su existencia, pero yo soy escéptica. Con la venta ambulante y su control administrativo me pasa lo mismo.

En cuanto encuentre un socio capitalista y me haga con el control de mi cocina de gas (la vitrocerámica y el horno eléctrico son inventos del maligno) me lanzo a la aventura empresarial.