lunes, 19 de agosto de 2013

PASEANDO POR CHAPULTEPEC (Primera parte)

Un día de la semana pasada, aprovechando que teníamos tiempo, nos acercamos al Bosque de Chapultepec a pasear a Thor.
Ya hablé de él en una de mis primeras entradas, cuando visitamos el zooloógico. Es una enorme mancha verde dentro de la ciudad con montones de cosas para hacer.
Algunos utilizan el carril bici, sobre todo los domingos en los que se corta una parte del Paseo de Reforma al tráfico. Otros corren, otros leen, de hecho allí es donde aparca una biblioteca ambulante instalada dentro de un camión. Está allí el Museo Arqueológico, el de Arte Moderno y miles de cosas más.
Entre las curiosidades que podemos descubrir está la de los Voladores de Papantla, un grupo de hombres que, enganchados por la cintura con un arnés y animados por la música de una especie de flauta y de un tambor, se suben a lo alto de un poste donde enrollan una cuerda que se va desenrollando lentamente mientras giran cabeza abajo. Si os lo enseño lo veréis más claro.

Aquí se están preparando para subir, les lleva su tiempo colocarse las protecciones y enrollar la cuerda. 
Ya están listos y a punto de empezar, he deducido que siguen las indicaciones de la música.


En estas dos imágenes podéis ver cómo empiezan a girar.

Y ésta es sólo para que os hagáis una idea de la altura del poste que, además, oscila ligeramente. Supongo que lo tienen todo controlado, pero cuando empieza a moverse me pone nerviosa.
Y lo más increíble, al menos para mí, es que bajan tan frescos. Cuando están rozando con las manos en el suelo se incorporan, colocan los pies en el suelo y listo, ni mareos aparentes, ni dando tumbos, ni nada de nada.
He encontrado en Internet una página donde lo explican fenomenal, así que os dejo el enlace y así os evito tener que andar buscando por ahí (ya nos conocemos).

Pero no son los únicos habituales del Bosque que andan por las alturas, es una zona plagada de ardillas muy acostumbradas a las personas, tanto que llegan a comer de tu mano si tienes un poco de paciencia y maestría. Las hay de dos tipos diferenciados, unas más oscuras, parecidas a las de Asturias, pero con menos pelo, y otras de color gris distintas a las que he visto por el Norte.

Aquí los niños no las persiguen con la tenacidad que despliegan en el Parque de Isabel la Católica en Gijón porque allí sólo hay dos, de media, y aquí son cientos. No están tan estresadas, son más a repartir pero también hay mayor número de visitantes. En general yo diría que viven razonablemente bien.
La próxima vez os hablaré de Bernardo y los perros en Chapultepec, prometido.


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