jueves, 25 de julio de 2013

EL DÍA DE SANTIAGO

Ayer llevé a Hijo a la Ciudad de los Niños, desde las 11 que salimos de casa, hasta las 19.30 que regresamos. Estábamos agotados, así que le di la cena y nos fuimos a la cama, ni TV, ni cuento, ni nada.
Cuando llegó Marido de viaje, ya de noche, me contó por encima lo del accidente de tren de Santiago.
Siempre he pasado mis vacaciones en Galicia, y he celebrado muchos días de Santiago con amigos y familiares.
Mis suegros, mis cuñadas y mi sobrino viven allí. Alguno de mis mejores amigos viven o trabajan en Galicia.
Muchos vínculos me unen con esa tierra pero, aunque no fuera así, me sentiría igual de triste pensando en el enorme número de familias que han perdido a alguien la noche pasada.

Hoy no es día para fiestas en Santiago ni en ninguna otra parte, y este blog no es una excepción.

martes, 23 de julio de 2013

LA IMPORTANCIA DEL AHORRO

(Tengo que mandar el ordenador al taller y Marido se llevó el pequeño, así que, como las celebrities, hoy nada de fotos).

Iba a decir "desde que Hijo tiene uso de razón", pero a día de hoy en muchas ocasiones no estoy segura de que lo tenga todavía. Digamos mejor "desde que alcanzó autonomía motriz" (y eso ocurrió muy, muy pronto) una de sus mayores preocupaciones era comprobar si quedaban monedas abandonadas en las cajeros de los aparcamientos, en los parkímetros de la ORA, en las máquinas expendedoras (hasta 60 céntimos de una sola vez se encontró en una ocasión) y en las cabinas telefónicas (cuestión cada vez más dificultosa porque casi nadie las utiliza).

De hecho Alfonso, el hijo de unos amigos, amigos me preguntó un día qué eran y cómo se usaban. Él debía andar por los 6 años y no entendía que, habiendo móvil o pudiendo llamar al portero automático, alguien tuviera la ocurrencia de gastar monedas en ese artefacto, teniendo tan cerca un quiosco de chucherías, lugar infinitamente más adecuado para dejarse la paga semanal con despreocupada alegría y total inconsciencia dental o estomacal.

Cuando alguien le regala a Hijo un billete por su cumple o el ratoncito le deja una moneda, es feliz porque, como me dijo hace poco al recibir un flamante billete por su onomástica "Me gustan los euros".
No es tacaño, la verdad, no tiene empacho en gastarse su dinero si le ve sentido a la compra: juguetes sí, por supuesto, aunque sean los que venden en las ferias que duran aún menos que los de los chinos, por increíble que parezca. O en chucherías absurdas que ni siquiera a él le gustan. O en el cine, palomitas y refresco incluido porque si no es así no es ir al cine.
Y, si es posible, en 3D, que una de las últimas veces que fuimos a ver una película se puso las gafas al subir al coche y sólo se las quitó cuando, después de esperar un rato en la cola, descubrimos que la sesión era en 2D, que la otra, la buena, ya había sido. Prefirió irse a casa y dejarlo para otro día, las dos dimensiones son para él lo mismo que para mí ver una película muda y en blanco y negro.
Vamos, que gasta con mesura su dinero e invita cuando compra algo.

Pero cuando toca ahorrar, toca ahorrar. El año pasado su profesor les dijo que estábamos en crisis e Hijo, muerto de risa ante el despiste de su tutor, me decía "Si no estamos en Crisis, estamos en Gijón". 
Al final ha debido convencerse que no está el horno para bollos y no quiere despilfarros en casa.
El domingo su padre le ofreció un premio si comía él solito todo lo que le habían traido, sin que yo lo ayudase, y muy convencido nos soltó su teoría macroeconómica. "Papá, si me porto muy bien me das un premio, y no vas a estar gastando dinero en premios todos los días. Mejor me lo da mamá y no tienes que comprarme nada".
Impecable razonamiento, es más, creo que he dado con el quid de la política española. Si lo hiciesen muy bien podríamos pensar que se merecen una retribución extra, como una propina, para entendernos, y como no están los tiempos para gastar más de lo necesario, haciéndolo mal nos ahorramos un dinerillo. Igual va a ser eso. 

(Oyyyesss, y qué rápido se hace una entrada cuando no hay que andar con lo de las imágenes, menos lucido, eso sí, pero express total, como las ollas)   
 
 

lunes, 22 de julio de 2013

NO SIN MI CAFEINA

Mi madre se tomaba el café de puchero, largo, con poca leche y unas cuatro cucharadas colmadas de azúcar y, por lo que yo recuerdo, sólo uno, el de la mañana.
Con esos antecedentes ya os podéis imaginar que tomar una cucharada de ese preparado era lo más parecido del mundo a comerse un caramelo de toffe de los de toda la vida.
Cuando yo era pequeña no se compraban chuches con la alegría, despreocupación y dispendio actual, por lo que asocio de inmediato esos caramelos a los cumpleaños.
Aclaro que, antes de que el cumplir años se convirtiera en las bodas gitanas que son actualmente, cuatro o cinco de tus amigas venían a casa y, eso sí, había barra libre de sandwiches de nocilla y Coca Cola, mezclada con Fanta naranja y Limón, cuando los ánimos estaban ya exaltados por la cafeína (la Coca Cola era una, grande y no tan libre, sólo tocaba en las fiestas y, tal vez, la noche de Eurovisión acompañada de unas patatitas y unas aceitunas, por supuesto con hueso).
Muy parecido al fiestón de la imagen, pero sin gorritos.

También estaba la versión canapé de pan de molde, rodaja de huevo duro, aceituna y pimiento morrón encima. Palillos planos, por supuesto, si le quitamos toda la sofisticación al plato que aquí nos presentan nos hacemos una idea.
Y el día de tu cumple de verdad, verdad, no cuando lo celebrabas, llevabas al colegio un paquete de caramelos que repartías entre tus compañeras que, a cambio, o como venganza, entonaban el "Feliz, feliz en tu día".

Normalmente consistía en un surtido variado y asequible a cualquier bolsillo en el que el premio gordo era el caramelo de anís. Pero de vez en cuando la hija de algún potentado se dejaba caer con los toffes, no sólo el de café sin más, sino también los que llevaban sabor a plátano, fresa y no sé si algo más.
Modalidad clásica, los otros ni siquiera sé si aún los fabrican o se extinguieron, como los dinosaurios y la Cherry Coke.
Después de esta disgresión inevitable, vuelvo a retomar el hilo. Si alguien se ha perdido (yo misma, sin ir más lejos) que vuelva al párrafo 1 y se salte los demás hasta llegar aquí de nuevo).

Yo, por aquello de la llamada de la sangre, la genética y el derecho consuetudinario, empecé mi vida cafetera siguiendo la tradición materna, pero al igual que los microorganismos unicelulares fui evolucionando.
Primero, y ahí sí que no recuerdo cómo, reduje drásticamente  el número de cucharadas de azúcar, de 4 a 1/2, una notable diferencia.
Después, o quizás al mismo tiempo y ahí estaría la explicación de la reducción azucarera, los distintos regímenes alimenticios me hicieron pasarme a la leche desnatada, cambio importante en el fondo, pero no tanto en la forma.
Cuando tuve que prepararme yo misma el café dejé de lado el método PUCHERO (más rico, no cabe duda, pero mucho más trabajoso) y me pasé a la cafetera de goteo, en concreto una que me tocó en una rifa  y encontré más cómoda que el sistema tradicional.
Se acabó para siempre el azúcar una mañana de domingo en la que me desperté en una casa recién alquilada y sin nada dulce que echar al café. No tomarlo no era una opción, añadiendo una gota más de leche (literalmente, una gota) descubrí que endulzarlo era superfluo (por cierto, no puedo con la sacarina ni similares, azúcar o nada).
El descafeinado vino de la mano de Hijo cuando era un hermoso feto en forma de lenteja de apenas 8 semanas, y aquí siguen los dos, Hijo y el descafeinado.

El resultado final es que las únicas similitudes con el gusto cafetero de mi madre son dos: me tomo un café grande y cortado y sólo por la mañana, salvo excepciones derivadas de la falta de sueño o la vida social.
Así que me hallo en México DF un domingo por la mañana y pido un café con leche de desayuno. En España equivale a una taza de medio litro, si lo pides grande ya te lo sirven en un caldero o en una bañera infantil, según zonas.
Imaginaos mi estupor cuando me traen el equivalente a media taza de un café pequeño. Hubiese necesitado pedir unos 6 para completar mi dosis, así que tomé nota de un hecho diferencial en todos los países, que varía de una comunidad autónoma a otra: la forma de preparar y pedir el café. Hay que ser muy preciso, detallar exactamente qué y cómo lo quieres y te evitarás muchas decepciones.
Desde entonces, y aunque me miren raro, especifico que quiero un café americano largo (si no es muy fuerte para mi gusto) grande, muy grande, la taza grande llena hasta arriba. Y así, sí.
Personalmente lo prefiero cortado.
Debo reconocer, y puede que tenga rectificar y, si es así lo haré, que, en general, el café de aquí no me parece demasiado bueno. salvo el que sirven en los sitios de postín. Hoy me he tomado uno estupendo en un café pequeñito en la calle Emilio Castelar.
Muchos afortunados descubrimientos en materia de restauración (léase bar, chigre, sidrería o restaurante) tengo que agradecerlos a la madre naturaleza, que nos ha dotado a Hijo y a mí misma de unos riñones estupendos que trabajan sin descanso y nos empujan a visitar los baños de locales de todo tipo y color.  
Era un café con leche de sabor agradable y tamaño extra-grande, como para mojar un suizo, para entendernos, con algo de espuma, pero no demasiado, haciendo un dibujo de árbol de Navidad muy artístico.
Así que no me puedo quejar, ya le cogí el punto al café que compré por recomendación de la empleadas del súper (no pienso volver a hacerles caso, en cuanto lo termine cambio de marca). Y tengo localizada una cafetería con café rico, rico donde no tengo que comer nada si no quiero (os lo explicaré otro día, hay que mantener la intriga y reservarse algo de información para futuras entradas). Vamos, para darse con un canto en los dientes.

 

jueves, 18 de julio de 2013

CONTRASTES

No hace apenas dos días que amenazaba con una entrada más seria y ya llegó el momento. 
Me he sentado delante del ordenador con la intención de contar algo ligero, alegre y breve, pero me es imposible.
Esta mañana temprano nos acercamos al futuro colegio de Hijo para probarle y reservar el uniforme y la equipación que necesitará en este curso y nos perdimos.
Todo iba bien hasta que giramos en sentido contrario en un punto del recorrido y terminamos en una zona fuera de los circuitos turísticos, esas a las que te dicen que no te acerques, por si acaso.
Dejamos atrás, pero no lejos, las casas exclusivas de las Lomas, los edificaciones nuevos y modernísimos de la Prolongación de Reforma y terminamos en una zona obviamente más pobre cuyas edificaciones empeoraban a ojos vista.
No refleja ni mucho menos la realidad, pero la cosa fue más o menos así



He sacado las fotos de internet porque me dió mucho pudor, no miedo, sacar el móvil y empezar a disparar. Tenía la sensación de que era una falta de respeto hacia ellos, no me pareció bien tratarlos como una curiosidad, un souvenir, pero las zonas que hoy recorrimos eran así.
Lo que más me impresionó fue que no veías sensación de derrota o abandono, por muy míseras que parecieran las casas, no digo ya los negocios, la gente iba limpia, aseada, tenían montones de comercios, precarios, sí, pero se veía intención de progresar, de mejorar, de hacer algo.

Nos sacó del apuro un taxista al que le pedimos que nos guiara hasta el colegio, nosotros fuimos detrás y le pagamos la carrera al llegar. Tengo que decir que él, amablemente, nos preguntó si queríamos indicaciones o guía, y optamos por esto último por doble motivo, uno era que no queríamos volver a desorientarnos (el GPS pierde la señal por allí, supongo que debido a los montes que la rodean) y la otra es que para nosotros el dinero de la carrera no era mucho y para el taxista seguro representaba más.

Así que hoy la cosa no está para frivolidades, con lo del uniforme escolar de gala ya vamos servidos.

miércoles, 17 de julio de 2013

¡VÁYASE SEÑORA GONZÁLEZ!

Esta mañana castigué a Hijo, y a Dios y al perro pongo por testigos que fue un castigo justo. He dormido razonablemente bien, tuve sueños agradables, no estoy premenstrual y hace un día primaveral. No tengo motivo alguno para dejarme llevar por la histeria materna y reñir a diestro y siniestro sin razón APARENTE.
Y digo aparente, porque si rascas un poquito con la uña, como para ver si te ha tocado una Coca Loca gratis en el vaso de bebida, encuentras motivos mil para ponerte como Agustina de Aragón en sus mejores momentos cualquier día que elija el distinguido público.
Pero hoy no, hoy mi labor punitiva estaba plenamente justificada. No voy a contar qué hizo porque no soy ninguna chivata y porque no quiero que se entere la casera. Además la pintura es lavable y la raya de boli se quitó nada más pasar un paño húmedo, así que ¿para qué hurgar en la herida?.
La sentencia no pudo ser más benévola para él: retirada inmediata de la TV durante todo el día (a mí es matarme, pero tiene truco, porque lo tengo en el ordenador con juegos educativos, o eso espero, y después iremos al parque). Además quedó confinado en la soledad de sus aposentos durante 10 terribles minutos.
No había cumplido más de la mitad de su condena cuando me llega vía aérea (dado que él no podía abandonar la celda) un librito y una voz me dice "Mira lo que pone en la primera página "MAMÁ BETE AORA/BETE AORA".
Mi reacción fue la lógica en esa situación y lo llamé  henchida de orgullo porque Hijo ya sabe escribir solito y contar lo que siente, aunque sea embistiendo a cañonazo limpio contra la Real Academia de la Lengua.
Le corregí sus imperceptibles errores gramaticales, le hice volver a escribirlo bien, y él me explicó que su intención era que preparase mis maletas y, en cuanto llegase Marido del trabajo, me acompañarían al aeropuerto para que regresase a España lo antes posible. Todo un detalle, podía haberme invitado a abandonar la casa de inmediato y darme, como mucho, dinero para un taxi.
Hijo me quiere, está claro, lo demuestra cada día con gestos como éste.