martes, 9 de julio de 2013

MANOLITO EL INSOMNE

Sólo los muy forofos y ligeramente frikis lectores de Don Miki entenderán el chiste del título. Manolito el Insomne era el único guía que pudo contratar la familia Pato en un viaje al Machu Pichu en busca del ritmo del Teguchachá, ya que llegaron a la hora de la siesta y ésta duraba practicamente todo el día. Yo siempre quise vivir en esa tierra mágica de felicidad sin límites y siestas interminables, y pensé que aquí, en América, lo conseguiría.

Los que me conocéis sabéis ya que llevo meses soñando con llegar a México y dormir hasta que me duelan los ojos o me tengan que abrir los párpados con un soplete, lo que ocurra más tarde.
No obstante, igual que Luke llevaba a Yoda en la chepa, yo debo llevar el insomnio pegado a algún órgano interno, bien escondidito pero activo.

 

Como ya comenté en la entrada anterior (buen momento para que corráis a mirar quien aún no la haya leido) durante el vuelo apenas estaba conciliando el sueño, fui brutal y despiadadamente despertada para ya no volver a dormir. Tuve tiempo, eso sí, para ver una película absurda que casi no recuerdo, y empezar otra que también he olvidado.

La primera noche nunca es la mejor, porque las 4.00 de la madrugada no es hora para despertarse , salvo que vengas de un país en el que en ese momento sean las 11.00. Si consideramos que no logré grandes resultados hasta eso de las 7.00 y que tengo un hijo muy madrugador, que se ha adaptado de maravilla al horario actual y despertó no más tarde de las 9.00, el resultado es lamentable.

Las siguientes tres noches fueron pura pesadilla, me desvelaba sólo de pensar que tenía que utilizar el coche y conducir como si no hubiera un mañana (cosa bastante probable, por cierto) en una ciudad enorme y desconocida en la que las señales de tráfico son simples esculturas urbanas y los semáforos lucecitas que se encienden y apagan y a las que haremos el mismo caso que las que colocamos en el árbol de Navidad. Cumplen una función muy parecida, en realidad, dar alegría y colorido, poco más.

 
Sí es cierto que en las avenidas más concurridas (y eso es mucho decir aquí) existen cruces en los que se respetan los semáforos, pero también existen las meigas, no es representativo.
Al tráfico le dedicaré una entrada aparte, se la merece, así que ese tema lo dejo aquí.

Una vez superada la cuestión de la conducción, más por agotamiento que por otra cosa, empezó el picor de garganta. 
Debo aclarar que México DF es más seco que la mojama, a su lado Madrid es una marisma, y la sequedad nasal y gargantal es inevitable. Lo que nos lleva al siguiente paso, las noches en blanco debidas a la tos y a una garganta tipo lija del 9. Además si bebes agua en cantidades industriales, es más que probable que tengas que levantarte un número indeterminado de veces, nunca inferior a 4. 
Por supuesto, pierdes tiempo intentando cerrar los ojos, negando la evidencia y tratando de obviar la llamada de la naturaleza, hasta que ésta se torna clamor y de los urgentes.

En esta tesitura, no cabía si no irme a otra habitación a leer hasta que conseguía un estado más parecido al coma que al benéfico descanso. En ese momento me volvía a mi camita y ¡SORPRESA¡, sonaba el despertador de Marido y se acabó lo que se daba, porque Hijo entonaba un alegre ¡Buenos días!, y en pie.

Por fin el sábado, después de levantarme a las 7.00 y patear y cochear incansablemente la ciudad desde las 9.00 aproximadamente, caí muerta, rendida y derrotada a eso de las 19.30, momento en que Marido propuso dar una vueltecita (¿otra más, pardiez, hasta cuando, hasta dónde, hasta los huevos qué?) y, al ver mi aspecto lamentable me dijo que, si quería, podía esperar en casa.

Cuando volvieron abrí un ojo para decir "Friele el pescado que hay en la nevera que ya está descongelado". Y ya no supe más hasta el domingo a las 9.00.

Puedo decir que el día 7 de Julio de 2013 volví a nacer.

Por si alguien siente curiosidad y quiere saber qué ha sido de los personajes de esta tragedia, he aquí el resultado de la investigación hecha al respecto:
 
Hijo: sigue despertándose a las 7.00, lo que demuestra que su adaptación al horario escolar va a ser pan comido. Es un entusiasta del colecho que puede practicar a cualquier hora de la noche, pero en una cama de 2 metros es más llevadero, a qué negarlo.
Marido: continúa viajando incansable cual maleta facturada erroneamente pero sigue la consigna de "dormir en casa siempre que pueda y los fines de semana libres". Tiene truco, porque dormir en casa puede suponer que se presente a eso de las 23.00, recién llegado del aeropuerto, y se levante a las 4.30 a coger otro vuelo. Francamente, no le veo la ventaja, ni el recibimiento ni la despedida son especialmente entusiastas y cariñosos, la verdad.
Mujer: vive de recuerdos del domingo 7 de Julio, el día que pudo dormir. Muy dentro de si misma, sabe que algún día, no sabe cuando, puede volver y espera el momento con fe e ilusión. Pobre, pena me da la ingenua.

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