domingo, 26 de enero de 2014

¿QUIÉN DIJO CENA?

Siguiendo con el relato de mis días de vino y rosas (más de lo primero que de lo segundo) os voy a contar qué ocurrió el día que fuimos a ver al Príncipe Aliatar en la Biblioteca de Salinas.
Como ya sabéis los que seguís el blog (los que no tendréis que hacer un ejercicio de recuperación de la memoria histórica y leeros toditos los post para documentaros) colaboré durante mucho tiempo con esa biblioteca y con Rosa en actividades de animación a la lectura.
Es una de las muchas cosas que echo de menos de España, así que, cuando me llegó un correo avisando que el día 3 de enero por la tarde Aliatar recibiría en audiencia a los niños interesados en entregar su carta, decidí matar varios pájaros de un tiro, de hecho me temo que una bandada entera no pisará jamás suelo africano. A saber:
  • Pájaro nº1: me autoinvito, Marido e Hijo incluidos, a comer a casa de mi tía. Rica y abundante comida casera, casi a la carta y por supuesto, gratis
  • Pájaro nº2: visitamos a parte de la familia con besos y abrazos a la familia, besos, abrazos, conversación y puesta al día.
  • Pájaro nº3: Hijo está encantado con las niñas de mi Prima, no tengo ni que mirar para él, si eso no es un milagro se parece bastante. Gracias desde aquí a Prima por haber sido madre, un detallazo.
  • Pájaro nº4: Hijo entrega la carta para los Reyes tras conversación con Aliatar para asegurarse que le traen lo prometido. Tuvo la jeta de pedirle a Prima A. que se la escribiera, pero ella no puntualizó que quería una pista de coches de Tiranosario Rex, sólo anotó lo de la pista. Además puso México como dirección de destino, lo que ocasionó el malentendido posterior (eso queda para otro post, así mantengo alto el nivel de intriga, al más puro estilo Dumas).
El caso es que todo salió como estaba previsto y se produjo un hecho insólito, digno del mejor expediente X, ¡oh sorpresa! Marido se ofreció a encargarse de la alimentación nocturna y el descanso de Hijo (vamos, llevárselo a casa, darle la cena en el Mc Donald y dormirlo viendo la tele hasta altas horas de la madrugada) para que yo pudiese quedarme a pasar la noche en casa de Prima, picar algo por ahí, tomar un algo y retirarnos pudorosamente a una hora prudente.
Estas ofertas, o caducan enseguida o hay muy pocas en stock, así que acepté rápidamente.
Juro que nuestra intención era candorosa, pero luego te vas liando de bar en bar, de grupo en grupo, de invitación en invitación... y al final resulta que el único sólido que has ingerido es el que te han ofrecido por compasión los hosteleros de la zona (los vinateros, para ser más concretos).
Lo siento, fue todo lo que quedó. Con la botella nos hicimos una linterna para alumbrar la cerradura, habilidades que se adquieren gracias a las manualidades para el cole.
A base de Albariños terminamos como Blanche duBois, ligeramente beodas y dependiendo de la amabilidad de los extraños (para tomarnos otro vino y poder comer otro pincho, se entiende). Clásica exaltación de la amistad recién creada, promesas de cariño eterno y comentarios ácidos sobre los maridos en general y los nuestros en particular (de ti sólo dije cosas buenas cariño, las brujas fueron las demás).
Si cambiamos la taza por una copa es una copia exacta de lo que ocurrió
Eso sí, Prima tuvo a bien preparar unas tortillas francesas al llegar a casa y posiblemente un acto tan nimio como ese nos haya salvado la vida. O al menos la vida tal como la conocemos hasta ahora.

Al día siguiente una madre no trasnochadora, y llevada claramente por la envidia más insana, tuvo a bien despertarnos a base timbrazos telefónicos matutinos. Recomiendo efusivamente desconectar el aparato antes de acostarse cuando se den circunstancias similares a las aquí descritas.
Pese a que el vino blanco me sienta horriblemente mal como norma general, debo admitir que no había ni rastro de resaca y/o malestar, confirmando así mi teoría según la cual la bebida buena no es intrínsecamente mala.
Y además está rica, no hace mucho descubrí que me gustaba el Gin Tonic, siempre y cuando dejes de usar la ginebra más barata del supermercado más cutre, no eches cuatro dedos gordos y abundantes de alcohol en la mezcla, y uses tónica y limón para acompañar. Pero cuando eres joven e inexperto, y sobre todo pobre, tu incultura etílica es mayúscula.
Resumiendo, estuvo bien, lo pasé estupendamente y, pese a que desde aquí maldigo a la madre madrugadora, mereció la pena el esfuerzo.

6 comentarios:

  1. Veo que llevas un orden riguroso. Empezaste esta serie con la comida y veo que ahora le toca el turno a la bebida. No obstante, algo me da que la copia exacta de lo que ocurrió, haciendo el cambio pertinente de tazas por copas, abusa de sombrero puntiagudo y se queda escasa de entrecejo poblado. Sin duda, estas tres señoras son de las que deben de desconectar el aparato antes de acostarse ya que, en lo que al entrecejo se refiere, pueden llegar a ser inductoras de la cuarta pequeña gran envidia que aquí nos presentas.

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    1. Pasada la medianoche y las 12 copas de vino la percepción de la realidad puede ser, a que negarlo, que esté ligeramente distorsionada, pero poca cosa, nada apreciable. Besos guapa.

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  2. A.M.E. habría que verlas cuando se despertaron, si que serían parecidas a las del pirulo.

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    1. Efectivamente distábamos mucho de parecernos a las hermosas mujeres que salieron por la puerta perfectamente arregladas y perfumadas, pero tampoco hay que exagerar, iguales, iguales no estábamos. No llevábamos sombrero.

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  3. Con lo buena que es la sidrinaaaaa !!!!

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    1. Sí, pero allí sólo había vinaterias a mano, y un frío tremendo para estar fuera. Hay que adaptarse a lo que hay, y si toca sacrificarse y tomar Albariño, se toma, ¿quién dijo miedo?.

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