lunes, 7 de abril de 2014

LA DE LA AMPOLLITA AZUL

El jueves es el día que corro alegre y pizpireta hacia el colegio a recoger a Hijo de karate, casi siempre con prisa y el último bocado atascado en la faringe a punto de ser empujado por las llaves del coche que sujeto entre los dientes mientras que trato de cerrar la puerta de casa con una mano y hago malabares con el bolso, la merienda, la bolsa de la piscina y el patinete con la otra. 
Digno del Cirque du Soleil, lo juro.
Allá voy en modo madre-pulpo a pillar el ascensor
El caso es que este jueves iba un poco más apurada de lo habitual y el filete de pescado que estaba friendo decidió brincar cual saltamontes en Chapultepec (cerro de los chapulines, o sea, de los saltamontes) y me salpicó el cuello y el escote profusamente.
El chapulín en el cerrro
No me podía parar en nimiedades, como ir al médico, porque el deber materno me reclamaba a voz en grito, consulté en facebook, como haría cualquier persona responsable, y me apliqué lo único que tenía a mano, aceite de oliva, mientras la chica iba a la farmacia a comprar aloe vera lo más puro posible.
Le dieron uno que es para beber y mejorar el aparato digestivo, jurándole por su abuela de Toluca que servía a mis propósitos.
Como el tiempo apremiaba y no sabía demasiado dulce, acepté pulpo de animal de compañía y allá me lo unté, al tiempo que circulaba temerariamente por las calles capitalinas, vamos, como se maneja por acá.
Al mismo tiempo iba empapando un pañuelo con agua de una botellita y aplicándolo en la zona lastimada.
Sí, ya sé que no es agua, pero el parecido es asombroso. Cuando me percaté del error decidí beberme ésta para evitar confusiones.
Como no soy ninguna loca, al llegar al cole pregunté por la enfermera de los niños, le expliqué lo sucedido y le mostré el aloe vera que me dieron. Me dijo que bueno, que vale, que servía, pero no la vi muy convencida, juraría que me miraba con mal disimulada lástima. No sé si le preocupaban las quemaduras o mi estado mental.

Por la tarde consulté con la doctora de la empresa de Marido vía teléfono y foto por wasap y me recetó una crema y nada de tomar el sol, pero tampoco puedo echarme protección, feliz paradoja. 
Aquí alcanzamos fácilmente los 32º en secano y altura, una delicia para ir tapada cual talibán. Por suerte estamos en México y allá por noviembre ya no hará tanto sol, soy afortunada.
Ahora cruzo los dedos para que no queden marcas indelebles y canto mi historia al modo de los narcocorridos usando la música de La de la mochila azul (nada que ver con Dora Exploradora, aclaro). Allá va:

LA DE LA AMPOLLITA AZUL

Que te abrasas, chiquilla que te abrasas, 
me dicen las del cole y me repiten en mi casa,
y hasta ahora me salpiqué de aceite cuando
allí solté el pescado y me saltó todo el filete.

La de la ampollita azul, la de cuello a lamparones
me dejó gran inquietud, y unas marcas de cojones.
Ni a la calle quiero salir, no tomo el sol nada, nada.
No quiero ir a la piscina, ni a Acapulco, ni a Ensenada.

De recuerdo me quedan las pomadas,
las cremas, los aceites y por supuesto las gasas.
Yo quisiera ponerme mis escotes
porque sin ellos soy nada, mi vida será muy triste.

La de la ampollita azul, la de cuello a lamparones
me dejó gran inquietud, y unas marcas de cojones.
Ni a la calle quiero salir, no tomo el sol nada, nada.
No quiero ir a la piscina, ni a Acapulco, ni a Ensenada.

Esta es la canción original para que podáis reconocerla y cantarla alegremente mientras preparáis calamares a la romana, por un decir.

4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Ni hablar de huevos que en una sartén son muy traicioneros, en mi casa de ahora en adelante sólo tortilla francesa, que yo ya estoy escaldada (literalmente). Besos.

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  2. Ya los hará Hijo que es un buen cocinero !!

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    1. Experiencia tiene, ya me hizo una tortilla como de 7 huevos en la caja del Mercadona tiempo ha. Mientras mejor bocadillos para toda la familia. Besos.

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