lunes, 1 de septiembre de 2014

VOLANDO VOY, VOLANDO VENGO

Ya sé que puede parecer raro, apresurado, pesimista, que veo el vaso medio vacío y que aún está medio lleno, casi un mes falta para apurar los últimos días del estío.
Pues eso será en su país señores, porque en México las clases empiezan el día 18 de agosto, una losa que cae sin piedad y con una crueldad sin límites sobre las despistadas cabezas veraniegas.
Se acabó lo que se daba, así, sin anestesia. Una llega el jueves y el lunes empiezan las clases. Si pudiera pediría la epidural, pero aquí son más de la cesárea, de abrir en canal sin pensárselo mucho.
Esto fue lo que empecé a escribir el día antes de subirme a un avión de vuelta al DF y, claro, ser una bocazas tiene su consecuencia, así que Hijo no ha empezado al colegio porque se le declaró la varicela en la misma puerta de entrada al país.
El destino, el karma que lo parió o San Pito Pato decidieron darme una lección de vida en el minuto uno. En el viaje de ida a España Hijo se tragó despierto el vuelo completo México / Madrid, así, a lo bruto, no pude ver ni una película completa, ni una serie, ni siquiera pude hacer un sudoku nivel medio.
Eso sí, a la hora de la comida cayó muerto y, mientras mi suegro y yo nos poníamos las botas, él dormía en un banco corrido de la sidrería. Muy edificante.
El caso es que, dado que al regreso nos acompañaba Marido, iba yo muy decidida a embutirme vía ocular todito el programa ofrecido por Iberia en la pantallita del asiento. Pues mira, va a ser que no, pensó alguien, y la dichosa pantalla no funcionó en todo el vuelo.
No pasa nada, como el infante iba sopa, enchufé mis auriculares en la pantalla del variceloso durmiente y, con una rotación de 85º se podía ver la tele, aunque en doloroso escorzo.
El bendito sueño le ocupó unas 9 horas de las más o menos 10 que dura viaje y la criatura apoyó amorosamente su cabeza en mis piernas. Enternecedor las 2 primeras horas, luego la limitación de movimiento y la reducción al mínimo vital de los paseos empezó a resultar más molesto que tierno, a qué negarlo.
Despertó como una hora antes de aterrizar quejándose de dolor de estómago y ganas de vomitar.
Qué queréis, soy una romántica. Yo tenía en mi mente aquellas famosas bolsitas que proporcionaban antes en los aviones justo con la finalidad de solventar con un mínimo de elegancia estas cuestiones. Busqué en el asiento delantero y allí estaba. Abrí las dos de las que disponía y me preparé para lo peor.
Los recortes en las compañías aéreas no sólo se afectan a lo que entra por la boca, sino también a lo que sale. Malas ideas ambas. 
Lo peor es lo que tiene, que nunca decepciona, así que, efectivamente, tuvimos que usar la bolsa.
Y también la que contenía la almohada, que por suerte era de plástico, porque parece ser que ya no son impermeables, son para basurillas normales, pañuelos, chicles, envoltorios de caramelos...bobadas sin enjundia.

Cuando pasó la azafata a recoger los restos del desayuno traté de dársela, bien cerrada y empaquetada, pero, sonriente e ignorante de su contenido, me dijo que al final del vuelo, cuando pasaran con los cubos de basura.
A todo esto, a la vez que ella hablaba, yo extendía mi mano con la bolsita y su protector hacia ella, por encima de mi compañero de asiento.
No era su día, ni el mío, porque de forma misteriosa rompió la bolsa de la almohada y el desagradable contenido se derramó cual lluvia radioactiva sobre los pantalones propios y ajenos.
Hacía más de 10 horas que Hijo no comía, era pura agua casi inodora, pero ello no impide que fuera un puro asco y que yo no volviera a mirar a mi izquierda en ningún momento.
Como madre prevenida (una cosa implica la otra) llevaba toallitas húmedas que traté de darle a mi sufridor vecino, pero él las rechazó con gesto hosco mientras se frotaba contundentemente la mancha con la almohadita que presta la compañía aérea y que nunca jamás pienso volver a utilizar.
Finalmente posamos ruedas en tierra y Marido echó a correr veloz cual gacela en la sabana camino de inmigración para no esperar cola.
Nosotros tratamos de seguir el ritmo, pero la parada a vomitar casi en la puerta del baño nos frenó un pelín.
A todo eso yo pensaba: "Con la sospecha de un enfermo de ébola en Alicante y este panorama, nos paran en la frontera. Y si le levantan la camiseta nos deportan".
Pero no, se recuperó de forma milagrosa y sólo tuve que darle un par de pellizcos a Hijo cuando se puso a contar al agente de inmigración, con su característica verborrea, que se encontraba fatal.
Para mí que el que hizo el dibujo estaba en nuestro mismo vuelo porque es igualito a como lo vi pasar yo. Salvo por el color de la maleta, idéntico.
Por fin en casa pasamos diez días de reclusión y cuarentena que han quedado en un borroso recuerdo.
Soy una persona horrible y, pese a los remordimientos por los posibles contagiados en el avión, no puedo evitar estar aliviada porque no cogió la varicela en plenas vacaciones (¡qué desperdicio de días!) ni se le declaró antes de coger el vuelo (¡qué desperdicio de dinero!).
El ser humano puede ser horrible y yo soy muy, muy humana.

8 comentarios:

  1. Tus aventuras son realmente AVENTURAS de verdad. Besicos.

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    1. Bueno, según cómo lo cuentes puede parecer más o menos intenso. Es lo que en mi casa llamamos "la vena dramática de los Rodríguez", directa en vena por parte de abuelo materno. Algún día os contaré. Besos.

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  2. Muero de risa imaginando a Marido corriendo como una gacela por la sabana, camino de la aduana xDD

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    1. Y sin mirar para atrás ni una vez, yo creo que hubiera pasado con cualquier otra familia de aspecto similar para que sirvieran los pasaportes. La cosa era no hacer cola, lo demás era superfluo.

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  3. Por lo menos tu recordarás que Hijo pasó la varicela. Mi hija me ha preguntado muchas veces si ella la ha pasado y la verdad es que no me acuerdo en absoluto. Y el no saber la contestación, no sabes los "tremendos remordimientos" que puede llegar a producir en una madre. Quiero decirte que, " la vena dramática de los Rodriguez" me ha hecho llorar....de risa.

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    1. No sé por qué eso pasa mucho Laura, la gente está traumatizada con el nuevo calendario de vacunas, parece que la varicela es lo peor del mundo, pero excepto los que la pasamos siendo ya mayorcitos (yo con 11 años) no están seguros de si la tuvieron o no porque sus padres no lo recuerdan, así que una de dos, o no la padecieron o no fue para tanto, no te fustigues que sois legión los padres inconscientes. Un beso guapa.

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  4. De casualidad me he encontrado con tu blog y me gusta.Además tenemos una amiga en común, "trimbolera" que es un encanto de mujer, y puede que alguien más.
    Volveré a visitarte. Un saludo.

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    1. Una gran amiga y una gran persona. Espero encantada tu visita, un abrazo.

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