jueves, 19 de diciembre de 2013

BREVE REFLEXIÓN

Los que me conocéis sabéis que Hijo no estaba lo que se dice contento con el cambio de España a México. Me suplicaba (literalmente) que lo dejara volver, aunque fuera para vivir él sólo, comiendo la sobras de los vecinos y sin ducharse en meses.
Lógicamente me moría de la pena cada vez que le daban esos ataques de nostalgia.
Yo le explicaba que su padre y yo estaríamos también encantados de poder regresar a nuestra casa, pero que el trabajo de papá está aquí y no es posible.
"Pues muy bien, que se quede Papá y tú y yo nos vamos". Impecable razonamiento al que yo replicaba alegando que la familia no se puede separar.
"Pero yo soy español, y si la familia no puede separarse, un español tampoco puede separarse de España, que es su país".
Así estábamos hasta que, hace como una semana, le dije que teníamos que sacar los abrigos para ir haciendo las maletas. Muy sorprendido me preguntó para qué y yo le recordé que en España es invierno de los de verdad, con frío, lluvia y nieve si se tercia.
"¿No vamos a ir a la playa?", "Sí, claro, pero con guantes y bufanda, no a bañarnos".
Dado que aquí seguimos yendo a la piscina todos los días libres, ha decidido que mejor volvemos a México en cuanto pasen las Navidades.
Y eso sólo porque no es posible que vengan a visitarnos los abuelos porque esa fue su primera opción.
Por supuesto, hablando con los pilotos para que volaran bajito, hicieran una escala en Madrid, donde el metro hasta la T4 iría despacio para no enfermar a los Atitos, y llegando a México preparados para un chapuzón.
Sentimental sí, pero práctico también.

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